¿En serio?
Leo a menudo que la situación que vivimos provocada por el COVID-19 nos brinda una estupenda oportunidad de aprendizaje y de cambio. Yo, la verdad, no soy tan optimista. Quizás eso sea cierto para aquellos que son capaces de pensar y de sentir de manera seria, pero no para una mayoría ya irremediablemente idiotizada.
El adjetivo “serio” proviene del latín, serius y se aplica para definir algo grave y verdadero. Curiosamente, solo se aplica a las cosas, ya que para las personas se utiliza el adjetivo severus. Una vez más, nuestro alejamiento progresivo de las ideas eternas e inmateriales hacia una periferia más llevadera, tiene su reflejo en el lenguaje. Las lenguas clásicas, más cercanas al origen, mantienen retazos de realidad contundente o verdad; nosotros, sin embargo, nos encargamos de corromper ese significado derivándolo hacia una suerte de caricatura que aligere la cruel carga de lo absoluto. Lo severo, es decir, lo verdadero, está muy desprestigiado en la actualidad. En un intento de evadirnos de nuestra naturaleza humana, hemos robado el adjetivo “serio” a las cosas y hemos convertido la severidad en casi un insulto. Ser severo ya no implica poseer la lucidez suficiente para vislumbrar la realidad de manera objetiva, sino más bien ser un intolerante con tintes de facha heteropatriarca.
Ante tal panorama de descrédito de lo serio, ¿seremos capaces de extraer conclusiones benéficas de esta crisis y aplicarlas consecuentemente?
Hagan la prueba: escriban en su red social favorita un comentario en el que describan con la mayor simplicidad y crudeza alguna de las amargas realidades que nos rodean estos días. Obtendrán furibundos comentarios de los dominicos (domini canis o perros del señor) de nuestro días, que ahora en vez de a la Santa Inquisición, sirven a la Santa Ideología representada por su partido político favorito. Mientras se atragantan con la espuma de su rabia canina, les señalarán gratuitamente las debilidades de su desviación ideológica. Si quieren garantías infalibles en su experimento, mencionen a alguno de los bufones del circo político español y ya, si quieren triunfar por todo lo alto y además pasar un rato entretenido en su rutinaria cuarentena, aludan a alguna de las “debilidades” de nuestro presidente del gobierno. Les garantizo que, en cuestión de segundos, obtendrán --cortesía de los sanchezicanos-- una respuesta seria y severa a la pregunta formulada más arriba.